miércoles, 13 de junio de 2012

COMIAT ALS ALUMNES DE 2n DE BATXILLERAT DEL CURS 2011-12


ENVIAT PER ANTONIO HERNÁNDEZ (PROFESSOR DE CASTELLÀ)




DESPEDIDA A LOS ALUMNOS DE 2º DE BACHILLERATO DEL CURSO 2011-12



Estos alumnos y alumnas que hoy se convierten en bachilleres “sensu stricto”, es decir, “los que tienen la frente ceñida con una corona de laurel con bayas” – que es lo que significa la etimología de Bachiller y perdonad que lo diga todos los años – entraron en este Instituto hace ya años, aunque parece que fue ayer, con todas las esperanzas e ilusiones propias del final de la inmaculada niñez y acaban ahora su andadura en el Centro, cuando comienzan a palpitar en ellos las esperanzas e ilusiones propias, siempre maravillosas, de la primera juventud. A partir de ahora vais a entrar en un proceso de individuación, de caracterización fuertemente singular, y ello en virtud de la fuerza interior o personal y también de la presión exterior o social. Ahora comenzáis a ser conscientes de que sois quienes sois, y de que podéis y debéis ser lo que sois no a la sombra de nadie, sino a la de vuestra propia luz. Empezaréis a decir quiénes queréis ser, y por ello sufriréis no pocas interferencias, bienintencionadas y menos bienintencionadas; las bienintencionadas suelen ser algo más pesadas, más cargantes. Pero, bueno lo interesante es el fondo del asunto, que permanezcáis fieles a vuestro ser. Y seréis lo que hagáis, puesto que son las acciones las que constituyen el ser de cada uno. En cierto sentido nacemos siempre de nuevo cada vez que actuamos libremente. Por eso Don Quijote, vuestro paisano, decía que somos hijos de nuestras obras. Lo que no construyáis en libertad y con los recursos de la libertad es como un pajizo que se lo llevará el primer golpe de viento, o es como una cárcel disimulada, un engaño.

     Desde que nacisteis hasta ahora habéis pasado una época paradisíaca en que vivís con gentes que os quieren y viven para vosotros, y sentís todo eso como lo más natural del mundo; el hombre siente como cosa natural que lo quieran, por eso la juventud os llena de extrañeza cuando empezáis a ver que esa cosa tan natural no está tan garantizada como en casa creéis, que fuera de la casa de la que pronto partiréis hay un mundo que espera vuestra predisposición amorosa para mejorarlo, y no siempre ( misterio ) os va a recompensar con el mismo don sublime del amor.

 Os aseguro que es aún muy pronto para que podáis valorar los tesoros intelectuales y morales con que os ha equipado para vuestra vida futura el equipo docente de este Instituto. Carecéis aún de perspectiva y experiencia social y profesional para poder valorar esos tesoros intangibles que portarán vuestros espíritus durante toda la vida. Ortega decía que los saberes fundamentales que un hombre no ha aprendido a los dieciocho años ya nunca los podrá aprender debidamente por buen autodidacta que sea, y que me perdone la pedagogía constructivista, tan boga en estos momentos. Los grandes autodidactas son grandes excepciones. Son los posos de la cultura y la civilización sobre los que en el futuro pueden brotar la bondad y perfección profesionales, además de un sensible compromiso con los demás hombres. Estad seguros que lo mejor de vuestros conocimientos básicos se formaron y estructuraron aquí, entre estas paredes, en el silencio e incluso en el bullicio de las aulas. Los conocimientos que aquí aprendisteis volverán a salir como sillares fundamentales, como piedras angulares, como soportes imprescindibles en vuestros estudios superiores y en vuestros trabajos. Pero también en vuestra vida; porque hasta los contenidos más aparentemente lejanos de los trajines de la vida se activarán también en estos, pues que no hay ninguna Asignatura o contenido de los estudiados que no os pueda servir como clave para resolver los distintos e infinitos problemas de la vida y ayudar a un enriquecimiento dinámico de vuestras competencias básicas, que esperamos que en muchos de vosotros la noción de competencia, que es un concepto protagóreo, llegue a tener el nivel de excelencia, que es una noción platónica.  Estos cimientos os han conformado como hombres y mujeres de provecho, pero – oídlo bien – no sólo de provecho para vosotros mismos, sino que vosotros ya tenéis la obligación intelectual, cívica y moral, con esa formación humanística, técnica y científica, y de salud física, de servir como honrados instrumentos críticos para mejorar el mundo y hacerlo más habitable y más libre, es decir, más humano. Los hombres somos hijos de los ámbitos públicos, únicos ámbitos en que podemos habitar. Ése es el mejor regalo que podéis hacer al Instituto que os instruyó con todo su afán y su amor pedagógico en los conocimientos propios de la Etapa Secundaria; que uséis siempre estos conocimientos como fundamentos para aprender saberes de más alto grado con los que mejorar nuestra sociedad, empezando por el entorno más cercano, pues los valores que sostienen nuestro Proyecto Educativo no sólo deben defenderse detrás de los muros de este Centro, sino también en la calle y en vuestra larga vida futura, con vuestro compromiso de ciudadanos formados. Son los valores que hacen del mundo un lugar en que la vida puede desarrollarse de forma agradable, mereciendo claramente el vivirse, con los que el pez grande no puede comerse al chico y en donde el respeto al ser particular de cada uno es una norma sagrada, un respeto que no se configure en relación con el poder, inteligencia, salud o belleza del otro, sino en la arraigada creencia de que, académicamente hablando, el otro también soy yo, un hombre. La ética entra aquí por cuanto es obligatorio estar contento y ayudar a la alegría general, a la salud y la satisfacción general, a hacer lo que se tiene que hacer, que diría Ortega. Afirmaba Platón contra Protágoras que la virtud no es enseñable, y es verdad que esta afirmación en algunas ocasiones parece cierta en algunos hombres, en algunos muy pocos alumnos que se resisten a respetar el bien común, el buen estado de los demás, pero nuestra experiencia nos indica que son unos pocos casos anormales, y que la inmensa mayoría de los hombres puede aprender la virtud, y mejorar como persona todos los días. De este último tipo de hombres sois todos vosotros.

    Decían los viejos maestros de la Institución Libre de Enseñanza que haber aprendido en los centros educativos consiste en el arte de saber ver las cosas, pues el ver las cosas es saber, y por ello tiene razón la sabiduría popular cuando ha comparado al ignorante con el ciego. Y vosotros ya sabéis ver las cosas de otra manera a como las veíais antes de llegar al Instituto.

Pero como el hombre no sólo se define por su animalidad racional, sino también por su carácter supersentimental, que diría Unamuno, también debería dejarse constancia aquí de las amistades e incluso – por qué no - amores que habéis hecho en este recinto de enseñanza. Para muchos de vosotros, tocados quizás por las flechas del Dios travieso, la educación sentimental aprendida en este marco escolar haya sido aún más importante que la educación libresca o pedagógica. Como es natural, cuando se tiene la suerte de tener los pocos años que vosotros tenéis. Y además, no se puede enseñar a un joven o a un adolescente sin tenerle afecto. Está demostrado que la indiferencia sentimental del enseñante hacia sus alumnos hace prácticamente imposible la enseñanza. Y el alumno que no se siente querido en clase por sus compañeros tiene en gran parte cerradas las ventanas que deberían estar siempre abiertas al conocimiento y al goce y disfrute del mismo. Le falta a ese alumno la luz del corazón. Por eso, vosotros al haber sido parte durante dos, seis, siete o incluso ocho años de una comunidad escolar, también habéis sido parte de un sistema fundado en sentimientos, amistades y amores. Esperamos que os duren toda la vida las amistades que habéis forjado aquí, y cuando recordéis este Centro lo recordéis con el afecto que teníais a vuestros compañeros y compañeras, entre los cuales quizás encontrasteis los primeros movimientos extraños del corazón, y, cómo no, recordaréis también a vuestros profesores. Porque no podemos acabar este sencillo Acto sin hablar de los profesores que en estos años os han dado clase. A todos ellos seguro que los tenéis aún en la memoria, y permanecerán allí vivos durante mucho tiempo. Algunos durante toda vuestra vida. Sus consejos y protección amorosa os acompañarán siempre. El profesor se dirige a la persona en su inteligencia, en su conciencia: informando, facilitando intuición, inteligencia emocional, emoción intelectual. Decía Francisco Giner de los Ríos: “Dadme el profesor y os abandono la organización, el local, los medios materiales; cuantos factores, en suma, contribuyen a auxiliar su función. El, como corazón de la enseñanza, se dará arte para suplir la insuficiencia o los vicios de cada uno de ellos”. Y en realidad es relativamente secundario lo que el alumno ha de aprender, al lado de la manera como debe aprenderlo; el problema estará siempre en el método y en el profesor, antes que en los asuntos. Desgraciadamente los afectos se devuelven siempre pasados muchos años, incluso cuando al que le tenemos que corresponder con nuestro amor ya no existe. Es la desgracia que siempre tiene la toma de conciencia de las cosas importantes, como son los seres que nos han querido y enseñado los conocimientos más fundamentales. Los profesores tenemos ahora en el corazón a nuestros profesores. Como véis, han tenido que pasar muchos años. Así también vosotros devolveréis el afecto a vuestros profesores cuando quizás seáis vosotros mismos profesores, o padres y madres. También es probable que los profesores, como cualquier otro colectivo profesional, se hayan equivocado algunas veces y que más de uno hayamos metido la pata. Eso seguro. Si fuese así, lo sentimos de veras, y apelamos a vuestro juvenil corazón, que por ser joven tiene que ser generoso, para que tenga la grandeza moral de desterrar esas pequeñas sombras, si las ha habido, y sólo quede en el recuerdo la luz y la alegría de estos seis años pasados. Agua pasada no mueve molino, excepto que sea el agua que nos dio alegría y nos apagó la sed, que esa siempre lo moverá.


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